Prácticas de Fe en el hogar
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ReUnión de familia

Este encuentro debe ser sencillo, sin protocolos complicados entre los miembros de la familia, manteniendo siempre el respeto, la consideración y actuaciones sinceras que exigen el trato con Dios.

Ora en familia

Dar gracias durante todo el día por todo:
su cuidado, por su provisión, bendiciones recibidas, su amor, situaciones, varias que nos afecten
para nuestra confianza en Dios.

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Testigos y testimonios

Frutos de Una Vida en Oración- Angy Pérez

Padre de Familia/ Pastor

Cuando pequeña, yo entendía que oración era rezar un padrenuestro, un avemaría, una novena o cualquier plegaria a un santo. Era pedir a Dios que me concediera algo que necesitaba, como pasar un examen o librarme de una situación difícil. En fin, para mí orar era una negociación que hacía con Dios. También recuerdo que solía asistir en familia a la Eucaristía todos los domingos. Además era costumbre en casa rezar diariamente el Rosario y una breve oración cada noche antes de ir a la cama. Esto era lo que entendía por orar. Ya en la adolescencia, pasé por una etapa de alejamiento. Duraba meses sin asistir a Misa. Rezaba el Rosario por costumbre. Sentía un gran vacío y una indiferencia hacia Dios. Tiempo después, luego de quedarme viviendo sola con mis padres, surgió en mí la necesidad de encontrarme con Dios, pues, no obstante a estar acompañada, me sentía desolada. Surgieron en mí muchas interrogantes acerca de situaciones que se habían dado en mi vida y que me hicieron sentir muy triste, como el hecho de la enfermedad y muerte de mi padre. Esto no me permitía ver la mano de Dios actuar en mí. No sentía ni siquiera su presencia. En fin, espiritualmente me encontraba en un letargo. Este estado provocó la necesidad de mantenerme ocupada, con la finalidad de no dejarme abatir. Con esta actitud, el Señor me fue llamando. Fue ahí cuando tomé la decisión de integrarme a los equipos de la Iglesia, en la comunidad a la cual pertenecía. Pero era un trabajo que llevaba a cabo sin diálogo con Dios: era mucha acción y poca oración. El sentido verdadero de la oración lo he ido descubriendo en la medida en que la ejercito. Han sido de gran ayuda mis experiencias de retiros, la reflexión de las Sagradas Escrituras, la asistencia a grupos de oración, el ser miembro de un ministerio de canto, y sobre todo la Eucaristía, pues en cada uno de ellos tengo un encuentro personal con Jesús, y esto me permite seguir afianzando mi pertenencia a Él. Aprovecho los momentos de diálogo con Jesús, máxime si son tenidos ante su presencia Eucarística, pues ahí es que me siento más cercana a Él. En tiempos de tribulación, mis encuentros con Dios se tornan más intensos, porque con Él hallo el alivio y la fuerza que necesito para seguir adelante. A Él le manifiesto todos mis sentimientos y emociones, soy auténtica en mis conversaciones con Jesús: si estoy enojada, si las cosas no son como las espero, le protesto y le manifiesto mi desacuerdo, mi impotencia, en fin, me siento en la libertad de hablarle en plena confianza. No puedo dejar de mencionar a María. Ella ha sido mi intercesora por excelencia, y la que siempre me recuerda el “Hágase en mí según tu palabra”, es decir, que debo acoger la voluntad de Dios. Siempre me he sentido unida a ella, por ser la madre de Jesús. Hoy día, meditar el Rosario es una herramienta importante en mi vida de oración. En momentos de contrariedad, Dios siempre ha sabido responderme. En el trayecto de mi vida de oración han sido muchos los frutos que he obtenido y que me han ayudado en mi vida, de forma integral. Entre estos puedo citar: la fe, virtud que he podido cultivar al poner siempre toda mi confianza en el Señor. La oración, entre muchas otras gracias, también ha impactado de manera positiva mi pertenencia con los que me rodean, especialmente mi familia, a la que he aprendido a valorar. Orar me reta a una permanente conversión y a luchar para alcanzar la santidad. La oración y los sacramentos constituyen los cimientos sobre los que se encuentra edificada mi vida personal. Es para mí un estilo de vida. Doy gracias a Dios porque en cada encuentro que tengo con Él, siempre está dispuesto a escucharme; me demuestra su amor y su misericordia. Exhorto a todos, a que acudan a este medio que Dios nos regala para estar en contacto permanente con Él. Así podrán vivir la plenitud y la gracia de experimentar su amor y los innumerables frutos que la oración trae a todo aquel que la vive; a no tener miedo de ir a los pies de Jesús. Él siempre nos espera para escucharnos, darnos su gracia y su amor. Fuente: revistarayodeluz.com

Mariana de Jesús Morales de Soriano «La Sangre de Cristo sanó a Mi Hija»

En noviembre del 2020 mi hija Verónica se enfermó gravemente de una afección autoinmune llamada Púrpura Trombocitopénica Trombótica, como fue diagnosticada luego de múltiples estudios. Presentaba un cuadro muy desalentador, con niveles muy bajos de hemoglobina y de plaquetas, coágulos en el cuerpo, en un ojo, etc. Diariamente había que transfundirla con sangre y con plaquetas extraídas mediante la técnica de plasmaféresis. Por gracia de Dios, mediante unos estudios y la muestra que mandaron a analizar en los Estados Unidos se determinó que su médula estaba bien, que producía sangre suficiente. El problema se presentaba al entrar al torrente sanguíneo, provocando la situación antes señalada. En ese período y antes de poder someterla a las terapias requeridas, sufrió una trombosis cerebral. Este ACV la dejó inconsciente por varios días; por lo que, en medio de esa gravedad, fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos del Hospital General de la Plaza de la Salud para iniciar con las terapias de plasmaféresis requeridas. Mientras mi hija estaba luchando por su vida y los médicos hacían su mejor esfuerzo, como profesionales de la salud, mi familia y yo pedimos oración por ella. Se formaron varias cadenas de oración de hermanos católicos y de otras denominaciones cristianas, tanto en nuestra República Dominicana como en los distintos países donde se enteraron de la grave situación de salud de mi hija. Nos pusimos de acuerdo para pedirle al Señor Jesús que le diera su Sangre y así purificar la sangre de Verónica. Los doctores no contaban con que ella se levantaría de esa cama, temían que en cualquier momento presentara una hemorragia y falleciera. Por otro lado, nosotros clamábamos misericordia al que todo lo puede, al que derramó su Sangre en la Cruz del Calvario por ella y por todos nosotros pecadores. Para sorpresa de los médicos y para la gloria de Dios, mi hija reaccionó. Despertó y empezó a hablar preguntando donde estaba ella y dónde estaban sus hijas. Le llevamos una fotografía de sus 2 niñas y una imagen de Jesús, para que ella también orara a Jesús y recuperara su salud. Ella nos contó que varias veces al día oraba y abrazaba la fotografía de sus hijas y del Señor de la misericordia. Recuerdo que un domingo participé en la Misa de las 7:00 de la mañana, en una de las capillas de mi Parroquia, y cuando el sacerdote levantó el cáliz con la Sangre de Cristo yo me arrodillé, le adoré y clamé a Él -diciéndole que por su gran misericordia, le diera al menos “una gota de su sangre” a Verónica. Ese mismo día, cuando pude entrar a verla, el doctor me dijo que ya los niveles de hemoglobina habían empezado a subir, que no la iba a transfundir más. Yo sentí que mi oración y la oración de tantos hermanos fue escuchada y que el Señor le había dado su Sangre. Pasado varios días, me contaron algunas hermanas de esa misma capilla que mientras intercedían por mi hija, dos días después de esa experiencia que viví, el Espíritu Santo les dio a conocer que Jesucristo le había dado su Sangre a Verónica. El Señor nos hizo el milagro que tanto le habíamos pedido con fe firme y confiada. De ahí en adelante, su recuperación fue progresiva hasta pasarla de cuidados intensivos a una habitación, porque ya su hemoglobina y sus plaquetas estaban en los niveles normales. Luego fue dada de alta para seguir la recuperación en la casa. Como todo lo que Dios hace, su sanación fue completa, “no quedó con lesiones cerebrales”. Hoy seguimos dando honra y gloria al Señor Jesús por el milagro que hizo en Verónica. Y eso que hizo en ella también lo puede hacer por ti, solo hay que orar con fe, confiando en la Misericordia de Dios, pues Cristo es el rostro de la Misericordia del Padre. Mariana de Jesús Morales de Soriano “Ministra extraordinaria de la Eucaristía” (Parroquia Santa Luisa de Marillac). / “Servidora en la Predicación” (Renovación Carismática Católica) Fuente: revistarayodeluz.com

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