Amado Padre: Padre amoroso

Desde el principio de los tiempos la figura de Dios siempre ha ido de la mano con la figura paterna, esto por ser Él creador, es decir, es Padre porque creó todo lo que existe, a los humanos, animales y al universo, pero por esta perspectiva tan amplia de la creación, esta figura paternal no la sentían los creyentes como algo personal, es decir que Dios pudiese ser La figura de Padre que necesitaban, pues para ellos predominaba la idea de este Dios distante y justiciero y no como el padre amoroso, cercano y personal que conocemos hoy en día.

Se puede argumentar que debido a este distanciamiento de los humanos hacia Dios, o mejor dicho, esa sensación de lejanía, les hizo separarse del padre y de su plan de salvación y santificación; es por ello que Dios decide enviarnos a su único Hijo Jesús, el mismo Dios hecho hombre, a enseñarnos esta importante unión entre Dios y los humanos, entre muchas otras cosas, estrechando de esta manera los lazos entre lo divino y lo terrenal, con la figura que sirvió y lo sigue haciendo, de conexión directa para nosotros en la tierra con nuestro padre en el cielo.

Es así como Jesús introduce la noción de la paternidad de Dios demostrada desde su propia experiencia, para que todos la vivamos de manera similar y creamos que Él es la figura paterna ideal, la que todos necesitamos en nuestra vida porque representa el amor incondicional, una relación personal, atenta e íntima. 

Podemos ver que la paternidad de Dios se caracteriza por tres grandes rasgos, por una parte tenemos su divinidad ya que Dios es el Padre Celestial, relacionado con el inicio de este texto, no podemos olvidar que Él es nuestro creador, es quien le dio forma al mundo que conocemos y por eso lo Reconocemos como nuestro padre, como la figura divina que da vida y el Rey de los cielos. Este aspecto es muy importante pues es el aspecto que le separa de la paternidad terrenal, su gran divinidad no se puede comparar con nada en el mundo y esto hace que le rindamos honor y gloria sobre todas las cosas. La Divinidad de Dios no la ponemos en duda y su gran poder es uno de los aspectos que nos hace comprender que Él todo lo puede y por tanto que nunca nos fallará.

En segunda instancia, Dios es un padre amoroso, tierno, comprensivo y misericordioso, Él nunca nos abandona y perdona siempre nuestros pecados. Este aspecto es de vital importancia porque es una de las grandes enseñanzas de Jesús, vino a mostrarnos la experiencia de su padre y es por medio de él que somos adoptados como hijos de Dios, ya que carne de su carne solo es Jesús, pero nosotros fuimos adoptados por él, recibiendo el milagro de tenerle como padre que ahora no solo le reconocemos por su divinidad creadora, sino que se siente personal e íntimo; a quien podemos contarle cómo nos sentimos, con quien, a través de la oración podemos hablar de nuestra vida, el que siempre estará dispuesto a ayudarnos y el que en nuestros momentos difíciles, o cuando nos sentimos más débiles, está ahí para levantarnos y apoyarnos. 

Estas virtudes son las que Dios quiere que aprendamos para con nuestro prójimo, y en especial los padres terrenales a quien Él los invita a seguir su ejemplo e imitarlo mostrando cercanía a sus hijos, escucha activa, corrección amorosa y sobre todo ser una guía para la vida.

Relacionado a esto encontramos como tercera característica de la paternidad de Dios, que es personal, Él nos conoce más que nadie, sabe cuántos cabellos tenemos sobre nuestra cabeza, conoce nuestras virtudes y defectos, sabe cuales son nuestros desafíos diarios y nos recuerda día a día que somos capaces. Es un padre cercano que acompaña cada paso que damos. 

Que Dios sea un padre personal fue lo que cambió para el cristiano completamente su visión hacia Él, pues con esto nos demuestra que su intención ha sido siempre residir en nuestros corazones y nos demuestra que quiere para nosotros la vida Eterna, es por ello que nos envió a Jesús, en un intento de compartir a través de su hijo que podemos confiar en Él y que mientras vivamos a su lado nada nos faltará. 

El hecho de que Dios sea un padre Celestial, amoroso y personal es la prueba de que le interesamos como individuos, que cada una de nuestras historias son importantes y que todos hacemos parte de su plan de salvación, él solo nos pide creer en su palabra y creer en Él, a cambio nos promete la vida eterna y la satisfacción de sentirnos realmente amados.