El Cuerpo de Cristo es alimento y ejemplo de salvación

Cuando hablamos del cuerpo de Cristo estamos haciendo referencia a varias cosas a la vez que, por supuesto, todas están relacionadas entre sí. En primera instancia, lo más evidente y que se nos viene a la cabeza apenas hablamos de este, es el cuerpo físico de Jesús, que, aunque esto pueda ser un poco obvio al principio, nos da varios indicios ya, de la visión de cuerpo y sobre todo de Templo que Jesús nos quiere enseñar.

Es por esto que en la primera carta a los Corintios Corintios 3, 16-17 que cita: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. El templo de Dios es sagrado, y ese templo son ustedes.” se hace evidente que cuidar de nuestro templo es también honrar y respetar la figura de Jesús en nuestra vida, pues él nos ha mostrado desde su humanidad el verdadero ejemplo de Santidad, manteniéndose sano física y espiritualmente, pues nos quería enseñar que el cuerpo de cada uno de nosotros aloja el Espíritu y es también el recipiente que guarda el alma, en donde, si este se destruye o rompe pone en riesgo que la fragilidad del alma se pierda o se dañe. Es así como en esta analogía al ser el templo la casa de Dios, debemos procurar mantenerlo en buen estado.

Lo anterior toma especial relevancia cuando Jesús entra al templo y ve que está lleno de mercaderes, en Mateo 21, 12-13 se versa: “Jesús entró en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo. Derribó las mesas de los que cambiaban monedas y los puestos de los vendedores de palomas. Les dijo: «Está escrito: Mi casa será llamada Casa de Oración. Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.»” Entonces, aquí vemos que el ejemplo que Jesús quiere inculcarnos es un profundo respeto y devoción hacia el templo, como individuos, nuestro cuerpo y el templo físico, como lugar de oración, ambos creados por Dios para alojar al Espíritu Santo. Pero esto solo lo entendemos como creyentes por el espejo en el cual nos debemos reflejar, que es Jesús mismo.

Partiendo de esta visión del cuerpo como templo y en especial el Cuerpo de Cristo como ideal del mismo, podemos comprender que la iglesia es en sí el Cuerpo de Cristo, por eso pasamos de, que cada uno de nosotros tiene a su cargo un templo que cuidar, a: unidos, como comunidad hacemos parte de un solo Cuerpo, el de Jesús, porque de la misma forma en que él quería ser de ejemplo, también nos muestra que unidos hacemos parte de algo que va más allá de nuestra individualidad. Así se evidencia en la primera carta a los Corintios 12, 12-17: 

“Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu.

Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos. Supongan que diga el pie: «No soy mano, y por lo tanto yo no soy del cuerpo.» No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: «Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo.» Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler?

Donde se hace claro que, aunque seamos diferentes y cumplamos con funciones distintas, todos, al final, trabajamos juntos por un mismo fin, que es la salvación y la vida eterna. En Romanos 12, 4-5 también se expresa esta necesidad de unión como cuerpo de Cristo “Miren cuántas partes tiene nuestro cuerpo, y es uno, aunque las distintas partes no desempeñan la misma función. Así también nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo. Dependemos unos de otros”. En este gran Cuerpo que es la iglesia y donde Jesús representa la cabeza, es él quien le da sentido y estructura a todo, y en el que nosotros, cada uno de los critianos, somos los miembros a quienes se nos ha encomendado una misión, un propósito de vida otorgado por el maestro.

Es así como aprendemos que aunque somos individuos, con funciones y vidas únicas también hacemos parte de algo más grande que nosotros mismos.

Para confirmar esto, Jesús nos entregó el regalo más grande que alguien podría darnos, su sacrificio y el recuerdo en cada eucaristía de su infinito amor. Es por esto que comprendemos la manifestación superior y tangible de lo que significa el cuerpo de Cristo. Es el pan y el vino transformado en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor, pues él no solo nos dejó como ejemplo su estilo de vida, ni solamente nos enseñó con sus acciones cómo cuidar nuestro templo y cómo vivir en comunidad, sino que también nos da el alimento que nutre el alma y nos ayuda a reforzar y continuar honrando nuestro cuerpo, inspirándonos a vivir en comunidad siendo uno con el gran cuerpo que es la iglesia. En Lucas 22, 19-20 Jesús nos enseña el ritual de la comunión, en el cual antes de morir nos muestra la importancia de la unión entre el cuerpo, alma y espíritu, así como la congregación con otros hermanos al compartir el pan.

En resumen, el cuerpo de cristo nos demuestra cómo podemos ser santos y salvarnos como individuos, pero también nos deja claro que solo podemos hacerlo mientras estemos en comunidad. Cristo el esposo y la iglesia la esposa cierran el ciclo perfecto de las enseñanzas que Jesús no trajo como parte del plan de Salvación, hecho que se ven consumados en el sacrificio de la comunión. La verdadera clave y ejemplo de la vida que Dios quiere que vivamos para gozar de la salvación es seguir el ejemplo y nutrirnos del Cuerpo de Cristo.