El fuego que quema y el agua que purifica: Jesús bautizado es un milagro para nuestra vida de fe

En el evangelio de Mateo, su segundo y tercer capítulo, están cargados de dos eventos extremadamente importantes de la vida de Jesús, que determinan en gran parte la vida del creyente, estas son las dos epifanías iniciales de nuestro Señor. La primera, la manifestación ante los tres reyes magos en Belén, cuando la estrella de David se alza sobre el cielo y muestra el camino hacia el salvador del mundo. La segunda, es en el río Jordán cuando Jesús fue bautizado. Esta es considerada una manifestación de Jesús ya que le da inicio a su vida pública y se muestran por primera vez la Santísima trinidad. Los acontecimientos de este relato son múltiples, pero en este artículo queremos enfocarnos en la purificación del agua, la instauración del bautismo como iniciación en la vida cristiana y cómo esto repercute en la vida que llevamos en la actualidad.

Primero que nada, este pasaje inicia con Juan profesando el reino de los cielos, este se encuentra en el río Jordán bautizando a aquellos que desean lavar sus pecados, para así librarse de estos. El agua tiene un simbolismo muy fuerte relacionado a la limpieza y a la purificación, por lo cual, aquello que Juan hacía era simplemente ayudar a aquellos que habían pecado a limpiarse y borrar ese pecado que habían cometido. Hasta este momento el bautizo solo cumplía un papel catártico, es decir, ayudaba a calmar el malestar del pecado; pero no cumplía el papel de ser un ritual de iniciación y mucho menos borraba la mancha del pecado original..

En esta misma línea de acontecimientos, Jesús se acerca al río y le pide a Juan que lo bautice, pero este intenta hacerlo cambiar de parecer (Mt 3, 13 -14), aun así Jesús le insiste y le dice: “«Deja que hagamos así por ahora. De este modo cumpliremos todo como debe hacerse.» Entonces Juan aceptó (Mt 3, 15) a lo que Jesús se refería en este momento era que el reino de los cielos se iba a abrir y era necesario que él bendijera las aguas para que se pudiese manifestar la santísima trinidad. Es así cuando Jesús es sumergido en el agua y al salir “En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco.»” Mt 3, 16 -17

Todo esto que sucedió nos revela varios elementos importantes, el primero, la humildad de Juan, reconociendo a Jesús como el hombre que nunca ha cometido pecado por tanto, bautizar con agua no serviría para nada y es por ello que él se ofrece a ser el bautizado, pero nuestro señor entendía que aquellos pecados por los cuales Él estaba siendo “purificado” no eran suyos sino de toda la humanidad, Él decide en ese momento entregarse y cargar con nuestros pecados, además dejándonos con la bendición del agua, la cual fue purificada al momento de sumergirse. 

Seguido, vemos como Dios se “muestra” ante quienes evidenciaban todo, declarando a Jesús su hijo y confirmándolo con el espíritu santo posándose sobre él en forma de paloma, es en este momento que conocemos con claridad la identidad de la santísima trinidad, y se vuelven a repetir los símbolos de “Realeza, divinidad y humanidad” que en el segundo capítulo, con la epifanía del Señor, el evangelista nos muestra en la forma de los regalos que llevaban los sabios de oriente. Esta relación es evidente ya que estos son los tres pilares de las tres divinas personas, cubriendo de esta forma todos los planos entre el cielo y la tierra, es instaurando el verdadero reinado de un solo Dios todopoderoso. 

Por ello, con esta manifestación de las tres divinas personas se instaura el bautismo en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo, estableciendo el bautismo con fuego como lo había profesado Juan lavando a los creyentes en el río y predicando el reino de los cielos. Este fuego es el del Espíritu que quema nuestros pecados y nos purifica con su divinidad, no solo nos limpia sino que se encarga de erradicarlos.

Aquello que se vivió durante el bautizo de Jesús fue el inicio de generaciones que se han salvado y han ido a los cielos en el nombre de la santísima trinidad; el agua purificada en ese tiempo sigue siendo usada para lavar nuestros pecados y seguimos siendo bendecidos con el calor que nos brinda el fuego del Espíritu Santo. Somos dichosos de ser bendecidos con la salvación y la vida eterna que una vez se soñó en las aguas del río Jordán.