El Sagrado Corazón: una devoción al amor de Jesús

La devoción al sagrado corazón de Jesús es tan antigua como la misma iglesia. En nuestra fe cristiana, confiamos que Jesús representa para nosotros innumerables virtudes, es un ejemplo a seguir, es el buen camino a recorrer y por supuesto es amor infinito, por ello le adoramos.

En efecto lo que más hace evidente el paso de Jesús por la tierra y la razón por la cual fue concebido y la misma razón de su muerte, es el amor, hacia los seres humanos, hacia el mundo. Pues el mismo Dios se hizo humano para mostrarnos cuán infinito es su amor. Por esto cuando hablamos de la devoción hacia el sagrado corazón, estamos también recordando y demostrando el poder de ese amor infinito.

Es importante tener en cuenta que la devoción en tanto la entendemos como un hecho individual en la fe católica no fue instaurada sino hasta 16 de junio de 1675 cuando a Santa Margarita María de Alacoque se le apareció nuestro señor Jesús, mostrándole su corazón, que estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz. Y es por Santa Margarita María y este hecho tan regocijante de gozo, que se instaura el 16 de Junio el día del Sagrado Corazón de Jesús.

Este hecho histórico, es la evidencia de la necesidad de amor que tiene nuestra humanidad, por que estamos desperdiciando el amor de Jesús, ya que de esto se trata esta devoción, de su amor no correspondido. Por esto entendemos, que no vemos el corazón como el órgano en sí, sino a los símbolos que este representa, en otras palabras, consiste en reconocernos amados por Jesús y retribuirle ese mismo amor. No lo haremos por el hecho de que él nos dejará de amar, sino porque cuando amamos de vuelta a quien nos ama, tenemos más posibilidades de: por una parte, sentirnos realmente seguros de ese amor; y por otra, de sentir que lo recibimos en abundancia. 

Cuando no le amamos incondicionalmente podemos llegar a sentir que él no lo hace de igual forma y que su amor está condicionado por cuanto le estemos dando. La realidad de este hecho es que al no entregar un amor sin barreras nos condicionamos a nosotros mismos y empezamos a creer que no nos quiere de la misma forma, hesitamos y nos cuestionamos diciéndonos a nosotros mismos: “he pecado, ¿cómo me amará así?” “no soy lo suficientemente bueno para recibir su amor” “¿Cómo amaría a alguien como yo si existen hermanos que le siguen mejor?” todas estas frases que nos repetimos, de una forma u otra nos alejan de Jesús, pues ponemos en duda su amor y no es necesariamente porque esto sea lo que él quiere sino que nos juzgamos y medimos por lo que los demás dicen sobre Jesús y no por lo que nosotros sabemos en nuestro corazón lo que significa su nombre y presencia en nuestras vidas.

Podríamos decir que no estamos viviendo la experiencia del evangelio por nosotros mismos, desde nuestras propias vivencias, sino que queremos vivirlo a través de los ojos de los demás. Si es cierto que como comunidad debemos buscar la salvación colectiva, pero si mi fe y confianza en el amor de Jesús no está firme y certera para mi vida, no podremos dar el 100% para nuestra comunidad.

Es aquí donde la devoción al Sagrado Corazón de Jesús toma especial relevancia, pues nos recuerda que su amor es infinito, él nos ha entregado su vida y nos ha dado su corazón como prueba de ello. y con esto el nos dice ¿por qué dudas? ¿por qué no me amas? 

Hermanos, dejemos que el sacrificio de Jesús sea suficiente evidencia de su incondicional e irrevocable amor y amemoslo con plenitud, sin dudar de él.