La Cuaresma es un tiempo de gracia que la Iglesia nos ofrece para profundizar en nuestra fe y renovar nuestro compromiso con Dios y con nuestros hermanos. Es un camino de conversión que nos invita a mirar con mayor claridad a Jesús, quien es nuestra luz y guía, y a vivir en familia el llamado a la oración, el ayuno y la caridad.
En medio del ajetreo diario, con frecuencia nos dejamos distraer por preocupaciones, ansiedades y necesidades materiales. La Cuaresma nos invita a volver nuestra mirada a Jesús en familia, a contemplar su vida, sus enseñanzas y, sobre todo, su entrega total por amor a la humanidad.
La oración en familia es un pilar fundamental para fortalecer nuestra relación con Cristo y con nuestros seres queridos. Un momento diario de oración juntos, la lectura de la Palabra y la participación en la Eucaristía en comunidad nos ayudan a reconocer la voz del Maestro, quien nos guía por el camino de la salvación.
“Miren al Señor y quedarán radiantes” (Sal 34, 6). Esta exhortación del salmista nos anima a dirigir nuestros ojos y nuestro corazón a Cristo, porque en Él encontramos el verdadero sentido de nuestra existencia y la fuente de nuestra paz.
Fijar la mirada en Jesús no solo implica contemplarlo, sino también imitarlo. Él nos enseñó con su vida que el amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo. Durante la Cuaresma, la Iglesia nos invita a vivir la caridad de manera concreta, y la familia es el primer espacio donde podemos practicar este amor.
Las obras de misericordia pueden ejercerse desde el hogar: enseñando a los hijos a compartir con generosidad, visitando juntos a un familiar enfermo, brindando ayuda a un vecino en necesidad o simplemente dedicando tiempo a escuchar y acompañar a un ser querido que atraviesa un momento difícil. Estos pequeños gestos reflejan el amor de Dios y nos transforman interiormente como familia.
La Cuaresma no es solo un tiempo de renuncia y sacrificio, sino también de esperanza. Nos recuerda que la cruz no es el destino final, sino el camino hacia la resurrección. Cada acto de amor, cada oración sincera y cada sacrificio ofrecido con humildad nos acercan más a la Pascua, donde Cristo vence la muerte y nos ofrece una vida nueva.
Hoy más que nunca, en un mundo marcado por la incertidumbre, tenemos la oportunidad de renovar nuestra fe en familia y de hacer brillar la luz de Cristo en nuestro hogar. Que este tiempo de Cuaresma nos ayude a fijar nuestra mirada en Jesús y a tender la mano al prójimo, caminando juntos hacia la Pascua con un corazón lleno de amor y esperanza.
“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).