Inmaculado corazón de Maria: el amor más puro hacia Dios

El amor de madre siempre es el más sincero y verdadero que hay, ellas nos cuidan, protegen, nos ayudan a transitar la vida y son nuestra guía en muchas ocasiones. Al escogerla como madre Dios sabía que debía ser una mujer que además de amar y cuidar a su hijo, también estuviera dispuesta a asumir el gran reto de ser la madre de toda la humanidad, es por ello que Maria encapsula al ideal de madre, entregada, obediente y paciente que necesitábamos.

La virgen es ejemplo, orgullo y puro amor de Dios y para Dios. Ella, sin pecado concebida nos da la muestra de cariño más grande; ya que ella, no solo trajo al hijo de Dios al mundo, sino que fue en la tierra el sostén del Señor, quien le enseñó a Jesús las costumbres y tradiciones y tuvo que pasar por uno de los hechos más dolorosos, ver a su hijo morir ante sus ojos. Todo por la promesa de salvación del Padre y con plena conciencia de que esto salvaría al mundo del pecado.

Su amor por Dios y por la humanidad fue la fortaleza de nuestra madre para creer que aquello que se le había prometido, era el cielo mismo. El inmaculado corazón de Maria no tiene pecado, solo amor y abnegación por el Padre, amor a la humanidad que nos reconoce a todos nosotros cómo hijos suyos y este corazón está en nosotros también ya que, lo que Dios quería con ella era enseñarnos que quien obedece y ama le ama con locura, logra la bienaventuranza y la santidad.

Cómo siempre hemos dicho en Iglesia Doméstica, María cómo buena madre, es nuestra guía y ejemplo de obediencia, con su inmaculado corazón la tomamos cómo el ejemplo para amar a Dios sin medidas, serle fiel y honrar su nombre.

El inmaculado corazón de María está relacionado con el Sagrado Corazón de Jesús, especialmente en que son la muestra de amor verdadero, pero también, Lucia de Jesús Rosa dos Santos menciona algo muy importante para la misma concepción del Sagrado Corazón Jesús y su inevitable unión con el inmaculado corazón de María: “La obra de nuestra redención comenzó en el momento en que la Palabra descendió del Cielo y asumió un cuerpo humano en el vientre de María. Desde ese momento y durante los siguientes nueve meses, la Sangre de Cristo fue la sangre de María, tomada del Inmaculado Corazón de la Madre; el Corazón de Cristo latió al unísono con el Corazón de María”.

En este sentido el corazón de María late con tanto amor porque en ella también está la esencia del que más amó, ella le enseñó a Jesús a ser fiel devoto del Padre, por esto él la eligió a ella. María santísima es la prueba de que quien se entrega a Dios goza de la belleza del cielo, por ello su corazón de madre se arruga cuando no honramos a Dios ya su hijo.

La consagración al inmaculado Corazón de María, es también ser devotos al 100% de Dios, comprometerse con nuestra madre en alma y espíritu es ser obedientes, abnegados y llenos de fe. Pues entendemos que por nuestra madre es que comprendemos la entrega  verdadera al Padre.

Amemos a Dios de la misma forma que María lo amó, reflexionemos en nuestras ReUniones sobre lo que significa para nosotros esto y cómo podemos, cómo Maria, demostrarle al Padre que somos dignos hijos suyos, busquemos en la palabra todos esos momentos en los que María nos enseña a seguir el camino que está hecho para nosotros, de la mano de su hijo.