Todos estamos llamados a la Santidad

En este mes que celebramos a Todos los Santos, queremos recordar la importancia de estos tienen en la vida de los católicos, así mismo el por qué ellos hacen parte de nuestra fe e iglesia. Primero que todo la solemnidad que celebramos todos los primeros de noviembre está destinada para todos aquellos santos que gozan de la verdad y misericordia de Dios en el cielo y que no tienen un día en su nombre durante el resto del año, esto quiere decir que, en efecto Todos los Santos son honrados y recordados en esta fecha. También es importante resaltar que el día siguiente, es decir, el 2 de noviembre celebramos el día de los fieles difuntos, una celebración a todas esas personas que ya no están en la tierra, pero que están en el purgatorio aun buscando la bendición del padre en el cielo para lograr la santidad.

Estas dos celebraciones hermanas nos hacen pensar en tres cosas fundamentales: la primera, hay más santos en la iglesia de los que están reconocidos o canonizados ya que vivieron un vida extremadamente honoraria; segundo, la santidad es el camino a la vida eterna y a la salvación; y tercero, Todos, absolutamente todos estamos llamados a ser santos, incluso si llegamos al purgatorio la fe está puesta en que logremos reconciliarnos con nuestra fe y creer en la verdad y bienestar de la vida en el Reino de los cielos.

Para la iglesia católica siempre ha sido de gran importancia resaltar la vida de los Santos ya que por medio de estas entendemos cómo es vivir de acuerdo a lo que desea Jesús, sus vivencias son experiencias dignas de imitar y favorables para nuestro crecimiento espiritual, ellos nos acercan a Jesús, nos muestran la gracia de seguirlo. Hay mucha confusión pues se cree con bastante frecuencia que los católicos adoramos a los santos olvidándonos de Dios y Jesus tratandolos a estos como deidades, y si bien hay personas que por su fe débil llegan a estos extremos, no podemos olvidar que esta no es la verdadera razón por la cual honramos y celebramos las vidas de estos. Como ya lo hemos mencionado, todos estamos llamados a la santidad y por tanto entender que aquello que hace que un santo haya sido canonizado nos ayuda a comprender, cuál es el plan que tiene Jesús y lo que él espera de nosotros; Todos estos santos tienen algo en común, su amor al hijo de Dios, amor por evangelio, el servicio y amor a los que más necesitan de este.

En la biblia podemos ver que Pablo evangelizaba pidiendo que siguieran su ejemplo «Sigan ustedes mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo Jesús» (1 Tim. 1, 16). invitando así a las personas a ver en él lo que hace en nosotros la vida en Cristo; esto también nos ayuda a librar de interpretaciones los textos bíblicos, pues estos nos hacen entender la verdadera forma de cómo es seguir a Jesús, nos invitan a acercarnos a él y por eso aquel que honra a sus Santos siempre encontrará más motivos y sobre todo motivaciones de seguir el camino que Jesús ha diseñado para nosotros.

Nuestros hermanos canonizados y todos los santos en el cielo fueron seres humanos como nosotros, de carne y hueso, con defectos y virtudes, cometieron errores, e incluso pecaron, pues para convertirnos en Santos no significa que hemos sido librados del pecado (solamente nuestra Madre María, quien es otro ejemplo de Santidad), sino que, aun reconociendo esos pecados debemos procurar vivir más de la forma que Jesús nos dice, siguiendo los mandamientos que él mismo vino a darle validez y quien con su mismo ejemplo nos mostró su forma de vivir en santidad. Es por esto que los Santos están aquí para mostrarnos que es posible vivir como Jesús ellos siguieron su ejemplo y sus pasos, ellos ayudaron a más hermanos a ir hasta Jesús y aun luego de su muerte siguen siendo instrumento de Dios para ayudarnos a fortalecer nuestra fe y creer en las recompensas del reino de los cielos.

Un santo es como un amigo, ellos nos ayudan a alcanzar la verdad de Cristo, durante su vida procuraron mostrar el evangelio en su forma de vivir y después de muertos siguen guiando a más personas a conocer a Dios. El señor se alegra por nosotros cuando hacemos obras de misericordia y ayudamos a quien está desviado del camino a reencontrarse, así mismo el Señor se alegra cuando por ayuda de nuestros hermanos santos logramos encontrar el camino recto del amor de Dios.